La misión Cassini lleva desde 2004 estudiando el sistema de Saturno y sus satélites. El pasado 28 de octubre se situó a apenas 49 kilómetros de la superficie de Encélado, una de las lunas más enigmáticas y prometedoras del gigante anillado. Y lo hizo justo sobre su polo sur, con objeto de «sumergirse» en los chorros de vapor de agua que varios enormes géiseres lanzan desde esa zona a gran altura.
Esta última pasada de la sonda Cassini fue la que más permitió acercarse al Polo Sur del satélite y la primera que atravesó de parte a parte la nube de partículas heladas que emanan directamente del océno subterráneo. En palabras de Linda Spilker, directora científica de la misión, «vamos a explorar in situ una región de la columna de vapor que la Cassini nunca había muestreado antes. Es algo muy emocionante para mí».
Pero la Cassini fue lanzada, no para buscar vida, si no para estudiar el sistema de Saturno, sus anillos y lunas. Por eso la sonda no puede determinar si hay microorganismos en ese vapor de agua que sale de la luna, pero sí puede determinar la cantidad de hidrógeno molecular que se produce cuando existen vientos termales en el fondo oceánico.
La NASA ya está estudiando enviar una nueva sonda, debidamente equipada, a Encélado y así poder confirmar si existe vida allí o no.
Con Encélado estamos más cerca que nunca de encontrar vida fuera de la Tierra.
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